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Oraciones a los Santos Ángeles


Oh Ángel Santo de mi guarda, a cuya custodia y protección con admirable providencia me encomendó el Altísimo desde el primer instante de mi vida: yo te doy gracias, Santo Ángel mío, por el cuidado que has tenido de mí, por la compañía que me has hecho y por haberme librado de los peligros de alma y cuerpo; por tanto, a ti me encomiendo de nuevo, oh glorioso protector mío: defiéndeme de mis enemigos visibles e invisibles, y ayúdame con tus santas inspiraciones, para que siendo fiel a ellas, logre gozar de tu compañía en la patria celestial.

Amén.

(Padrenuestro)


Espíritu soberano a quien pertenece mi guarda, por la voluntad divina, que en este piadoso cuidado distribuye las jerarquías de los Ángeles para la tutela de los hombres: tú, parte esclarecida de su eterna milicia por la gracia con que permaneciste, sin perder la silla que tantos ángeles perdieron, te ruego me guíes y defiendas de la maldad de mis apetitos, de la debilidad de mi naturaleza, de las insolencias de mi voluntad, de la malicia de los pecadores, del ejemplo de los malos, del poder de los tiranos, de la venganza de mis enemigos, de la envidia de los espíritus amotinados que no perseveraron como tú, y pretenden que yo caiga como ellos.

Ángel santo, yo no sé tu nombre para llamarte por él; mas sé tu oficio para valerme de él. Atiéndeme de suerte que mi alma logre tu cuidado, y mi vida tu inspiración, para que por ti en la gloria restaure tu encomendado el lugar que perdió tu compañero, y tú goces el fruto de tus advertimientos, y yo el de la obediencia; porque yo contigo, y por tu inspiración merezca el reino de la paz y de la gloria.
Así lo conceda el que te crió con su poder, y me redimió con su sangre. 

Amén.


Oh glorioso Arcángel San Gabriel, llamado fortaleza de Dios, príncipe excelentísimo entre los espíritus angélicos, embajador del Altísimo, que mereciste ser escogido para anunciar a la Santísima Virgen la Encarnación de divino Verbo en sus purísimas entrañas: yo te suplico tengas a bien rogar a Dios por mí, miserable pecador, para que conociendo y adorando este inefable misterio, logre gozar el fruto de la divina redención en la gloria celestial.

Amén.

(Padrenuestro)


Oh poderoso Príncipe de la gloria San Rafael, llamado medicina de Dios, salud de los enfermos, luz de los ciegos, guía de caminantes, protector de la limosna, del ayuno y de la oración: por aquella caridad con que acompañaste al joven Tobías, te pido, oh glorioso protector mío, me libres de todos los males y peligros, y me acompañes en la peregrinación de esta vida mortal, para llegar felizmente a puerto de salvación en la eterna.

Amén.

(Padrenuestro)


Gloriosísimo Príncipe de los ejércitos celestiales San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate contra los principados y potestades, contra los gobernadores de las tinieblas, contra los espíritus de maldad en los aires (Efesios 6,12). Ven en auxilio de los hombres que Dios ha hecho a su imagen y semejanza, y rescatado a tan alto precio de la tiranía del demonio (Sab. 2. , I Cor. 6).
Tú eres a quien venera la Santa Iglesia como su guardián y su protector, a ti te ha confiado el Señor las almas redimidas para introducirlas en la felicidad del Cielo. Ruega al Dios de Paz para que aplaste a Satanás bajo nuestros pies, a fin de despojarle de todo poder, de retener cautivos a los hombres y de perjudicar  a la Iglesia.
Dígnate presentar al Altísimo nuestras oraciones para que prontamente desciendan sobre nosotros las misericordias del Señor, y vence a la antigua serpiente que es el diablo o Satanás, para precipitarlo encadenado a los abismos, de manera que no pueda ya jamás seducir a las naciones.


Oh glorisísimo Arcángel San Miguel, Príncipe y caudillo de los ejércitos celestiales, guarda de la Iglesia y defensor de las almas, terror y espanto de los infernales espíritus: humildemente de rogamos que nos ampare tu favor, tu fortaleza nos defienda y tu virtud nos esfuerce en todos los días de nuestra vida y especialmente en el trance terrible de la muerte, para que defendidos por tu poder del infernal dragón y de todas sus asechanzas, cuando salgamos de este mundo seamos presentados por ti libres de toda culpa ante la Divina Majestad.

V/ Oh glorioso Príncipe San Miguel, acuérdate de rogar por nosotros al Hijo de Dios, ahora y siempre.

R/ Para que seamos dignos de sus promesas.

Amén.

(Padrenuestro)


·         Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida, tú que nunca me abandonas, ni de noche ni de día.

·         Aunque espíritu invisible, sé que te hallas a mi lado, escuchas mis oraciones y cuenta todos mis pasos.

·         En las sombras de la noche, me defiendes del demonio, tendiendo sobre mi pecho tus alas de nácar y oro.

·         Ángel de Dios, que yo escuche tu mensaje y que lo siga, que vaya siempre contigo hacia Dios, que me lo envía.

·         Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga, gracias por tu fiel custodia, gracias por tu compañía.

·         En presencia de los Ángeles, suba al cielo nuestro canto: gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Amén.

Ángel de Dios

Ángel de Dios, bajo cuya custodia me puso el Señor con amorosa piedad, a mí que soy tu encomendado, alúmbrame hoy, guárdame, rígeme y gobiérname. 

Amén.

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